Shaúl estaba caminando por una calle muy transitada pensando en los graves problemas económicos que tenía encima. Sus padres estaban agobiados por una deuda que estaban pagando fielmente cada mes, él mismo trabajaba y ayudaba a mantener la casa y a sus hermanos. Recién había pedido un préstamo al Banco y se lo habían negado. En su trabajo tampoco podían y él necesita urgentemente esa cantidad para poder seguir con sus estudios nocturnos. Le dieron media beca pero estaba a punto de perderla y estaba desesperado...

“Hashem proveerá”, pensaba desesperado.

De pronto escuchó un grito femenino aterrador.

Volteó hacia donde provenía el grito y todo pareció suceder en cámara lenta: una señora gritaba y empezaba a correr. Alguien que parecía su esposo corría más adelante. Shaúl movió los ojos un poco y vio a una pequeña niña que estaba a punto de ser arrollada por un automóvil.

“¡No! – pensó desesperado.

Y empezó a correr con toda su fuerza y agilidad y sólo por un par de segundos logró cargar a la niña antes que pasara el automóvil.

Jadeante volteó hacia donde venían los padres corriendo y muy preocupados para cargar a la niña y abrazarla fuertemente.

El padre aún sin aliento, sólo logró poner su mano en el hombro tratando de agradecer.

Todos estaban muy nerviosos. Finalmente el padre logró hablar y agradecerle vehementemente a Shaúl el haber salvado a su hija.

“No sé cómo agradecerle lo que hizo. Gracias a su rapidez y a su jésed (bondad) y por supuesto, a Hashem, salvó a Mirele, mi pequeñita de 7 años”, le dijo.

“Baruj Hashem”, respondió Shaúl.

“No sé cómo agradecerle lo que hizo”, respondió el padre.

“No tiene nada que agradecerme. Estaba justo en el momento en el lugar adecuado”.

“No, por favor”, insistió la madre ahora más tranquila. “¿Cómo podemos pagarle?”

“El ver a su hija sana y salva es más que suficiente para mí”.

El padre sacó una chequera y empezó a escribir.

“Mire, Hashem me ha bendecido con una gran fortuna. Permítame por favor agradecerle aunque sea con dinero lo que usted hizo por mi hija”.

Shaúl lo vio y se dio cuenta que la pareja vestía muy elegante y se veía también educada y fina. Miriam, su hijita, veía y escuchaba todo con gran concentración y seriedad.

Shaúl recibió el cheque y vio la cuantiosa cantidad que querían regalarle. Sonrió. No podía creer en su suerte. La pareja satisfecha se volteó a verse con alegría: podían pagarle a este muchacho lo que había hecho por su querida y única hijita. La única que Hashem les había dado. La amaban con todo su ser.

Cuando estaban a punto de irse, una mano los detuvo. Voltearon y era Shaúl.

“Señores míos, realmente esta cantidad no...”

La pareja mayor sonrió amablemente comprendiendo todo. Él sacó la chequera nuevamente.

“¡No, por favor! No me han entendido”.

Shaúl les devolvió el cheque que tenía entre sus manos. La pareja se sintió turbada; no entendían y trataron de devolvérselo, pero Shaúl amablemente no lo permitió y volteó a ver a la pequeñita Miriam.

Mirele le sonrió como sólo una pequeña puede hacerlo pero Shaúl vio algo más en su mirada y sabía que tenía que decirlo aun cuando segundos antes estaba temeroso en hacerlo.

“Señores, no puedo aceptar de ustedes más que “gracias” porque ponerle precio a la vida de su hija sería infame para ella. Esta hermosa pequeñita registraría para toda su vida que justamente su vida tuvo un precio en el pasado. Y la vida de esta pequeñita no tiene precio. Hashem no le puso precio ni siquiera a un segundo de la vida de nadie”.

En ese momento Shaúl se acuclilló para ver directamente a los ojos de la niña.

“Yo quisiera que Miriam supiera que su vida no tiene precio. Que es tan valiosa que no hay nada en el mundo a cambio, y Hashem lo sabe”.

Miriam lo escuchaba con gran atención. Shaúl sabía que ella estaba entendiendo porque a pesar de su corta edad, los ojos de Mirele estaban humedecidos.

Shaúl la besó en la mejilla muy suavemente y le dio la mano al padre y le sonrió a la madre.

“Tu vida no tiene precio”, terminó asegurándole a la pequeña.

Los padres estaban muy emocionados y admirados por la actitud de este joven.

Shaúl se dio la media vuelta y siguió caminando por la ruidosa y conglomerada calle, pensando cómo iba a resolver sus graves problemas económicos.

“Hashem proveerá”, pensó con optimismo.

Y usted... ¿qué hubiese hecho?

Sara Adler Milver

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